Nadia miró a Mark, con la esperanza de que algo en su mirada pudiera transmitirle lo que las palabras no podían. Pero lo que vio fue un vacío, un desconcierto que le perforaba el alma.
Mark no la miraba como antes, no había esa chispa en sus ojos que ella tanto amaba. La conexión que alguna vez sintieron estaba rota, y ella no sabía si había algo que pudiera hacer para restaurarla.
El dolor de ver a Mark así, tan distante, tan lleno de dudas, era casi insoportable. Había cometido el peor error de su vida al no confiar en él desde el principio, al esconderle sus dudas, y ahora se enfrentaba a las consecuencias.
Cada vez que intentaba encontrar las palabras para explicarse, algo la detenía, como si todo lo que pudiera decir fuera insuficiente para aliviar el sufrimiento que ambos sentían.
Mark, por su parte, luchaba por entender. Había creído en ella, en lo que tenían, y la verdad lo había golpeado con una violencia inesperada.
Durante todo ese tiempo, había sentido que estaba construyendo un futuro con una mujer que lo amaba, que compartía sus sueños, sus esperanzas.
Pero ahora, todo eso parecía desmoronarse frente a él. La duda, la traición, todo lo que había ignorado o aceptado, lo arrastraban a un mar de confusión.
“¿Cómo pudiste, Nadia?”, murmuró él, su voz quebrada, sin poder levantar la mirada. “¿Por qué no me lo dijiste? Si me hubieras dicho, tal vez… tal vez habría sido diferente.”
Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Nadia. No podía soportar verlo así, desgarrado, herido por algo que ella había creado.
“No sabía qué hacer, Mark. No sabía si esta duda era algo real, si era solo un miedo irracional o si… si de verdad algo había fallado entre nosotros.”
El silencio se apoderó nuevamente de la habitación. Era un silencio denso, lleno de palabras no dichas y sentimientos que colapsaban dentro de ellos sin poder salir.
Nadia cerró los ojos, tratando de hallar alguna forma de restaurar lo que ya estaba roto. Sin embargo, la realidad era cruel: las cosas ya no podían ser como antes.
Mark se levantó lentamente, su postura tensa, como si el peso de las palabras de Nadia hubiera afectado su cuerpo de una manera tangible.
“Ya no sé qué hacer con esto, Nadia”, dijo, su voz tan baja que parecía una reverberación lejana. “Este no es el futuro que había imaginado. No sé si puedo seguir adelante con esto.”
Nadia sintió cómo el suelo bajo sus pies se desvanecía. Sus fuerzas se agotaban, y la desesperación se apoderaba de ella.
Cada segundo sin respuesta de Mark, cada palabra sin respuesta, la dejaba más perdida. No quería perderlo, pero sabía que había llegado al límite.
“Si me dejas, Mark”, dijo ella, casi en un susurro, “sé que no lo merezco, pero… necesito que sepas que te amo. Aún te amo, aunque todo lo demás haya cambiado.”
Mark no respondió. En su rostro había una mezcla de rabia, tristeza y dolor, algo que la devastaba más que cualquier reproche. Con la cabeza baja, dio un paso atrás. “No sé si puedo seguir adelante contigo, Nadia. Tal vez hemos llegado al final de este camino.”
Esas palabras fueron como un golpe directo al corazón de Nadia. La angustia de ver que lo que alguna vez fue su mundo se desmoronaba ante sus ojos era insoportable.
Intentó acercarse, pero él ya se estaba alejando, su figura cada vez más distante, más fría. La desesperación se apoderó de ella, y, con la voz quebrada, le suplicó: “Por favor, no me dejes. No quiero perderte.”
Pero Mark no respondió. Solo giró sobre sus talones y salió de la habitación. Nadia quedó allí, en medio del silencio absoluto, sintiendo cómo el tiempo se detuvo.
Estaba sola con sus pensamientos, atrapada en un mar de arrepentimientos. ¿Había alguna posibilidad de que pudieran superar esto? ¿De que pudieran sanar las heridas que ella misma había provocado?
El amor que sentía por Mark seguía allí, intacto, pero parecía que ya no había espacio para él en la vida de ninguno de los dos.
Los días que siguieron fueron una tortura. Los intentos de acercarse a Mark se estrellaron contra la fría indiferencia de él, que se sumió más y más en su dolor.
La relación que antes parecía sólida y llena de pasión ahora se había transformado en una sombra de lo que había sido. Nadia pasaba los días preguntándose si alguna vez volverían a ser lo que fueron, si alguna vez encontrarían una manera de sanar las grietas que ahora dividían sus corazones.
En las semanas siguientes, el distanciamiento entre ellos se hizo más profundo. Aunque intentaron continuar adelante con sus vidas, la tristeza los envolvía constantemente.
El amor que una vez los unió ahora se veía empañado por la desconfianza y el dolor. Nadia ya no sabía qué hacer. Había perdido tanto que todo parecía irreparable.
Y mientras Mark se alejaba, Nadia se enfrentaba a la realidad de que había destruido algo precioso e irremplazable. ¿Era demasiado tarde para arrepentirse?
¿Podrían sanar alguna vez las heridas de una verdad que no pudo ser ignorada? La respuesta estaba en el aire, flotando entre ellos, pero nadie se atrevía a buscarla.