En 1986, el entorno de Michael Jackson vivió un episodio peculiar que evidenciaba no solo la extravagancia del “Rey del Pop”, sino también las crecientes preocupaciones sobre su bienestar físico y mental.
Frank DiLeo, manager de Jackson en ese momento, se encontraba profundamente disgustado y alarmado por la última ocurrencia del artista: Jackson había decidido comenzar a dormir dentro de una cámara hiperbárica, una máquina diseñada originalmente para ayudar en la recuperación de pacientes con quemaduras severas al exponerlos a un ambiente de oxígeno puro al 100%. Sin embargo, Jackson no solo quería dormir en la cámara; también estaba decidido a llevarla consigo durante su gira.
La cámara hiperbárica que adquirió Michael Jackson tenía un tamaño similar al de un ataúd y estaba equipada con una tapa de plástico transparente que permitía observar al paciente desde el exterior.
El dispositivo era utilizado generalmente en hospitales y centros de recuperación especializados, ya que la atmósfera controlada de oxígeno aceleraba la curación de los tejidos, una función muy útil para quienes habían sufrido quemaduras graves o complicaciones por heridas crónicas.
Para Jackson, sin embargo, el atractivo de la cámara no radicaba solo en su uso terapéutico, sino en una creencia mucho más ambiciosa: estaba convencido de que dormir en ese ambiente podría prolongar su vida hasta los 250 años.
El hecho de que Jackson tuviera la intención de integrar la cámara en su rutina diaria y llevarla de gira fue un punto de inflexión para DiLeo, quien no podía dejar de preocuparse por los peligros que esto podría acarrear.
En varias ocasiones, DiLeo le advirtió a Jackson sobre los riesgos de depender de una máquina de esas características. Según confesó más tarde, una de sus mayores inquietudes era que algo pudiera fallar en la administración del oxígeno mientras Jackson dormía, lo que podría provocarle una asfixia fatal.
“Le dije que estaba jugando con fuego”, relató DiLeo en una entrevista. “Si algo sale mal, no vivirá para contarlo. Irónicamente, morirá intentando vivir más años”.
Sin embargo, Michael Jackson parecía inmune a las advertencias, convencido de que la cámara no solo purificaba su cuerpo, sino que también le ayudaría a alcanzar su meta de longevidad extrema.
Para él, la cámara hiperbárica era una herramienta de vitalidad, un medio para optimizar su salud y contrarrestar los efectos del envejecimiento. Esta discrepancia de opiniones entre Jackson y su manager no pasó desapercibida para el público, especialmente después de que DiLeo expresara abiertamente su rechazo hacia la máquina.
“No tengo que estar de acuerdo con todo lo que Michael hace”, declaró DiLeo a la revista *Rolling Stone* en una entrevista de esa época. “Le soy sincero porque mi prioridad es su bienestar, incluso si no me escucha. Y aunque respeto sus decisiones, no puedo apoyar la idea de esa cámara. Es peligrosa”.
La situación tomó un giro aún más extraño cuando el 16 de septiembre de 1986, una fotografía de Michael Jackson dentro de la cámara hiperbárica fue publicada por uno de los creadores de la máquina.
La imagen, que mostraba a Jackson tendido dentro del dispositivo con una expresión de aparente serenidad, recorrió el mundo a través de los medios de comunicación. La prensa no tardó en reaccionar, calificando a Jackson de “excéntrico” y “chiflado”, destacando la cámara como una de las muchas extravagancias del artista.
El hecho de que un famoso cantante pop, en el auge de su carrera, utilizara una máquina tan poco convencional para prolongar su vida generó un frenesí mediático. Jackson, ya conocido por su carácter enigmático y comportamientos fuera de lo común, se vio una vez más en el centro de una polémica.
Pero el origen de la obsesión de Jackson con la cámara hiperbárica tenía raíces más profundas. Un par de años antes, en 1984, Jackson había sufrido un accidente durante el rodaje de un comercial de Pepsi.
Durante una toma, los efectos pirotécnicos utilizados fallaron, provocando un incendio que quemó parte del cabello de Jackson y le causó quemaduras en el cuero cabelludo. Fue en ese contexto que Jackson tuvo su primer contacto con una cámara de oxígeno hiperbárico, utilizada como parte de su tratamiento para acelerar la curación de sus heridas.
Según informes de la época, Jackson quedó impresionado por la experiencia, comentando que se sentía rejuvenecido y lleno de energía después de pasar tiempo en la cámara.
Este incidente sembró en Jackson la idea de que el uso regular de la cámara podría no solo mejorar su salud física, sino también aumentar su longevidad. Por ello, cuando finalmente pudo adquirir una versión similar para uso personal, no lo dudó.
Sin embargo, la cámara no era un dispositivo accesible para cualquier persona; tenía un precio de 200 mil dólares, una suma que solo alguien con la fortuna de Jackson podía permitirse. A pesar de las críticas y la incomodidad que generó la noticia dentro de su círculo cercano, Jackson parecía decidido a continuar con su experimento.
La familia Jackson, al enterarse de la compra de la cámara, reaccionó con preocupación y confusión. Janet Jackson, hermana de Michael, declaró en una entrevista que nunca le había preguntado directamente sobre la máquina, y que no entendía del todo para qué servía.
“Conociendo a mi hermano, si ha hecho algo como esto, probablemente tenga que ver con cuidar su voz o su salud en general”, comentó Janet. Otros miembros de la familia compartían sus inquietudes, pero Jackson, fiel a su estilo, seguía su propio camino.
No obstante, la controversia que rodeaba la cámara hiperbárica y la creciente presión de los medios finalmente hicieron que Jackson reconsiderara su decisión. Tras largas discusiones con DiLeo y otros asesores, Jackson decidió desistir de la compra del aparato.
Por primera vez, parecía estar dispuesto a escuchar los consejos de quienes lo rodeaban. Además, la cámara era aún un producto en desarrollo, y existían riesgos considerables asociados con su uso prolongado. A pesar de su retirada, Jackson optó por no anunciar públicamente su cambio de opinión, permitiendo que el asunto se disipara sin mayores aclaraciones. El artista estaba cansado de que cada decisión en su vida se convirtiera en un circo mediático.
Curiosamente, este episodio marcó un momento de cambio en la vida de Michael Jackson. Aunque dejó de lado la idea de la cámara hiperbárica, comenzó a desarrollar una peligrosa dependencia de los analgésicos, medicamentos que aliviaban el dolor físico, pero que también tenían efectos sedantes.
Esta adicción, que inicialmente surgió como una forma de mitigar las secuelas del accidente de Pepsi, se intensificaría en los años siguientes, y eventualmente, junto con la negligencia médica, contribuyó a su trágica muerte en 2009.