Esta iniciativa de la Bichota está siendo muy elogiada por sus seguidores, que aplauden su gran corazón
Karol G está en una gira muy especial de conciertos por Colombia. Un tour que está realizando por algunos de los lugares más vulnerables de su país natal que ha emprendido con el fin de repartir alegría y entretenimiento y que arrancó en la cárcel de Ibagué la semana pasada.
Y poco después de sorprender a las reclusas de esta institución penitenciaria, la artista puso rumbo a la de Jamundí, donde las mujeres privadas de su libertad tuvieron la oportunidad de escuchar y disfrutar sus éxitos musicales en directo.
“Karol G a través de su Con Cora Foundation compartió su música y un mensaje poderoso de esperanza y segundas oportunidades a más de mil mujeres en la cárcel Picaleña y la cárcel de Jamundí. Con estos espacios se construyen puentes hacia un mañana lleno de posibilidades. #SegundasOportunidades”, escribieron desde la Fundación Acción Interna fundada y dirigida por la actriz y activista Johana Bahamón, con la que en el pasado Karol G también ha colaborado para llevar su música a otras instituciones penitenciarias. Juntas aparecen posando en algunas de las fotografías que compartieron desde la Fundación.
Karol G no solo es una de las artistas latinas más conocidas a nivel mundial, donde ha destacado por su talento y su voz, sino que también con este tipo de acciones demuestra que tiene un gran corazón.
De su visita a la cárcel de Ibagué se viralizaron varios vídeos, pero sin duda el que más repercusión tuvo fue en el que canta “El Makinon”, y más concretamente la parte del verso que dice: “Desde chamaquita rompiendo la ley”. Esta frase no la interpretó la Bichota que alejó el micrófono en este momento para después reírse
De Shakira a Karol G, Grupo Niche o Silva y Villalba: así es el olimpo musical de Colombia en 150 discos
El periodista Jaime Andrés Monsalve, uno de los mayores conocedores de música en el país, presenta el libro ‘En surcos de colores’, una selección con las grabaciones definitivas de la historia sonora nacional
El periodista musical Jaime Andrés Monsalve en su residencia en Bogotá, el 13 de diciembre de 2024.ANDRÉS GALEANO
Hay una pregunta que es habitual cuando Jaime Andrés Monsalve (Manizales, 50 años) recibe visitas en su casa: ¿cuántos discos tiene? La respuesta, con algunas variaciones, lleva siempre al mismo lugar: no sabe. Mirando sus estantes y haciendo cuentas, aproximaciones y alguna multiplicación, la cifra sería 7.200. No es exacta, claro. Tampoco definitiva, porque tiene discos apilados en una mesa, o en unas canastas, o arrumados en los rincones. Y no incluye los CD, que ocupan toda la pared de un pasillo. En ese espacio, en el que si los objetos vivieran los muebles tendrían que pedir permiso a los discos para entrar, vive Monsalve, periodista, jefe musical de la Radio Nacional de Colombia y dueño de un conocimiento sonoro enciclopédico que le ha servido para redactar En surcos de colores (Rey Naranjo Editores), un libro en el que recopila los 150 discos definitivos de la historia de Colombia.
La elaboración del listado, basada en su conocimiento, en las recomendaciones de amigos y expertos, o en los recuerdos de los discos que siempre estuvieron en las casas de los padres y los abuelos, fue el primer paso del trabajo. Ya entonces intuía un viaje infinito por decenas de géneros: cumbia, vallenato, boleros, baladas, bambucos, rock, pop, rap, reguetón… Entre esa exploración y la redacción de cada una de las reseñas ―elaboradas con la intención de que fueran diferentes, y de las cuales lograba escribir tres del tirón si el tiempo y el aliento estaban de su lado―, el alumbramiento de En surcos de colores llegó tres años y medio después de su concepción.
―¿Qué sentido tiene hablar de discos en una época en que la música se consume por internet y en las plataformas?
―Por cómo funciona comercialmente en la música, este libro tiene un poquito más sentido hoy que hace 15 años, cuando el formato del vinilo estaba venido a menos. Es un momento más propicio en el sentido de que el vinilo llama la atención nuevamente y todavía hay gente que está en la búsqueda, o que nunca dejó de comprar, o que está volviendo a revisar la posibilidad de tener unos vinilos en casa. Como guía, el libro podría funcionar muy bien.
Monsalve dice que su En surcos de colores es ideal para tener en la mesa de centro de una sala. El libro es pesado, sus páginas están impresas en un papel especial, y tiene una diagramación y unos colores que remiten al lector a recuerdos, a encontrar en su memoria discos que alguna vez vio en la casa de sus padres o sus abuelos. “Siempre va a abrir en algún lado, y va a decir: ‘Carajo, este disco…’. Eso es parte de la magia del libro. Inmediatamente lo remonta a uno al pasado y se antoja, o regresa a alguna Navidad de hace unos años. Este tipo de ejercicios de nostalgia me parece que funcionan muy bien, complementado ello con los textos críticos que establezco”, explica.
Un ejemplar del libro en el que Monsalve recopila 150 de los álbumes más importantes en la historia musical colombiana. Andres Galeano
La música en Colombia: la diferencia como unidad
Para Monsalve es claro que hay géneros musicales que caracterizan a Colombia, tanto dentro como fuera del país. La cumbia, por ejemplo, que, aunque se ha desarrollado tanto en otros países, es “eminentemente colombiana”. Hay géneros compartidos, como la música llanera, también venezolana, o la de caribeña, también considerada propia en las Antillas. Sin embargo, al momento de hablar de un elemento transversal para la música colombiana, piensa por unos segundos antes de dar un veredicto en apariencia contradictorio: la unidad es la diferencia. “Lo que caracteriza a la música de Colombia es seguramente su pluralidad y multiculturalidad”, dice. “No somos un país que se haya caracterizado por un género en particular, sino por muchísimos… no sabría cuántos son”, añade.
Esa diversidad, evidente incluso para quienes no son expertos en música, tiene buena parte de su origen en una característica que, en apariencia, no influiría en absoluto: la geografía. El lugar del mundo que ocupa Colombia, aparte de convertir al país en lugar tan biodiverso y fértil para la fauna y la flora, ha contribuido a su riqueza sonora. Monsalve explica: “Una cosa tan campesina como la carranga… el solo baile, el ver que son así como abigarrados porque están muertos de frío… eso es muy diferente a lo exultante que resulta ser, por ejemplo, un mapalé, que es el frenesí del cuerpo, frente a lo que ocurre en lugares donde el frío impide manifestar tan abiertamente lo corpóreo”.
Amplio conocedor también en ritmos de América Latina, Monsalve apenas se atreve a comparar la riqueza musical de Colombia con la de Brasil. Menciona también a Cuba, aunque duda: “Hay son, guaracha, lo que sea… pero siempre va a haber el sonido de una clave y de una cosa que uno emparenta absolutamente con el Caribe”. No ocurre así en Colombia, explica, un país conformado a su vez por otros seis países diferentes. Esa diversidad parece constituir una especie de torre de Babel para quien busca englobarla en 150 discos. De ahí que, a pesar de una selección tan trabajada y detallada, termine siendo para su autor una injusticia: “Las particularidades del país hacen que haya tantos ritmos tan diferentes el uno del otro. Yo no veo un lugar donde haya una riqueza rítmica y polifónica tan, tan importante como aquí. De verdad”.